Ese pretérito mar que embelleció mi vida
sedujo mis pies sobre su aldea en
miniatura,
arrancó el otro yo que respiraba a ratos,
¡ inmaculada belleza presencio en cada
solsticio
que me otorgas !
Un viejo lobo me susurra su último
suspiro,
anuncia que existe un paraíso terrenal
sobre vuestros ojos,
lleno de marejadas y embates
contra el mismísimo diablo,
donde una dulce damisela
maneja su pelvis al compás de las olas
y deforma la mirada
de aquellos ingenuos mercenarios,
que invocan su presencia para
reclamar
lo que nunca les perteneció.
La lucha por magnificar algo que no me
pertenece,
enloquece mi cordura
y desea enviarte nuevamente hacía el mar
ansiando que tengas piernas y magnifiques
mi identidad,
pero luego recapacito
y te dejo navegar por el océano infinito
para darme cuenta que aún no me
perteneces.
Anhelo que Poseidón conduzca las
corrientes al vacío
y me deje el camino libre
para estrenar este nuevo trono
que mantiene mi mente en la arena dócil,
otra vez
y para siempre...
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